Minotaure fue una revista parisina de vida comprendida entre
1933 y 1939 nacida por y para el surrealismo. En ella publicaron solo los
grandes: aquel André Bretón que había parido nueve años antes de la primera
publicación de Minotaure el Primer Manifiesto Surrealista y que ahora
protagonizaba la revista como editor, un Picasso ya con experiencia cubista que
diseñó la portada de los primeros números y que contribuyó en la crítica y
teoría del movimiento que ya había abandonado el periodo de gestación, un Dalí
eufórico por notarse ya dentro del círculo del movimiento tras su llegada a
París en 1926, un Man Ray con práctica en las nuevas técnicas de impresión en
sales de plata, un Max Ernst que ya había epatado con su Ubu imperator en 1923 y que estaba de camino con sus personajes con
textura muy plástica hacia una pintura cubista con rasgos lumínicos de
impresionismo, y unas cuantas mentes más capaces de reducir a la naturalidad
carente de pensamientos impuros todas las ideas de estos anteriores para
tratarlas y entenderlas bien. En mis manos han caído algunos artículos de esta
revista escritos por un pintor que me ha asombrado desde la infancia , un tipo
que tuvo conflictos sentimentales con Lorca en su juventud, Salvador Felipe
Jacinto Dalí i Domènech: El fenómeno del
éxtasis, De la belleza terrorífica y comestible de la arquitectura modern’style,
y Esculturas involuntarias.
El surrealismo en sí es un ejercicio y un proceso mental que
abona nuestro cerebro y he creido conveniente compartir esta ilustración
anónima que me he encontrado acompañando los artículos de Dalí en Minotaure a
modo de ejercicio individual y colectivo.
Lo primero que se realza al pegarle el primer vistazo a la
imagen es el del cuerpo femenino desnudo. Este protagonismo se debe al axioma
del infinito atractivo del desnudo junto al encuadre y la luz céntrica que
recibe el cuerpo cuya finalidad es destacarlo creando contraste. A continuación
percibimos la compañía del cuerpo desnudo, otra mujer, pero vestida,
masturbando a la mujer desnuda. Me choca la naturalidad del gesto que
poniéndolo en contexto con la época entra en conflicto con la opresión sexual
femenina y el gran catálogo de tabúes que habían y hay (no todos podemos ver
esta imagen y aceptarla casi antes de terminar su lectura). Un gesto que juega
entre el erotismo, la perversión y lo gracioso (esto último nos insulta, pues
si se combina lo gracioso aquí es un signo de superioridad intelectual), pues
se trata de un cuerpo femenino muy atractivo sujeto al más puro estilo Marqués
de Sade a unas vigas de madera cruzadas (imposible no recordar al Crucifijo)
mientras otra mujer masturbando a su compañera sonríe con su máxima naturalidad
hacia la cámara, posando una sonrisa de felicidad lo más natural posible para
un recuerdo bonito y feliz: natural.
Estas imágenes no son una evidencia de necesidad psiquiátrica
de los autores solo son muestras de mentes puras, de a donde podemos llegar
comprendiendo nuestro funcionamiento natural intelectual y social si
normalizamos todos los pensamientos y tratándolos sin censura alguna por
nuestra parte. Porque si un pensamiento se puede dar ya es signo suficiente
para tratarlo con naturalidad, nosotros como organismo somos naturaleza y naturaleza
son también nuestros pensamientos. Tenemos ideas y ninguna debe ser
autocensurada, que no nos entorpezca la realidad, la imaginación forma parte
del día a día. La suma total de los momentos de sueño no es inferior a la suma de momentos de realidad, o mejor dicho, de los momentos de vigilia. … ¿Conlleva el sueño menos sanciones que cuando no sea sueño?[1]
(Espero que se me justifique en algún momento la no correspondencia entre título y comentario con la idea del movimiento en cuestión.)
[1] Cita
del Primer manifiesto surrealista,
André Bretón. 1924 en la que se hace mención al estudio sobre los sueños de
Freud.
1 comentario:
Ciertamente, la fotografía no tiene desperdicio alguno. Tomo nota de algunos datos. Indagaré. Gracias por compartirlo. Muy bien.
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